Lejos, en las tierras que le siguen al volcan, se erige un apagado titán. Rendido en su silencio y anfitrión involuntario de un enjambre de parásitos. La imponente catedral, testamento del desafío de los antiguos al imperio de Morgoth, ahora estaba muerta, igual que los valientes que rezaban en ella hace milenios. Sus arquitectos concibieron esta torre como un arma santa contra la amenaza de Morgoth. Un instrumento colosal de latón y piedra. El órgano de la catedral, ideado para tocar un himno letal para las criaturas de Morgoth ahora permanecía en silencio y los asientos vacíos eran símbolo de impotencia.

Ahora destruida y en ruinas desde ya hace mucho tiempo, ahora solo alberga a la devoradora de las sombras, aquella que repudia el sol una criatura de los tiempos del mito, es mas animal y sedienta de sangre, una aberracion de la hermosa joven que era en su dia.