La batalla final por Azaran

Ambos bandos, con la furia y el odio emanando de ellos, se encontraron al fin en un claro, deteniendo su avance en los límites de la línea del bosque que lo delimitaba. Los demonios, en amplia superioridad numérica, provocaban a sus enemigos con bramidos y rugidos que eran respondidos de igual manera desde el bando del dios, pero nadie avanzaría hasta recibir la orden.

Los líderes, dioses y el Dairu se hallaron frente a frente, inundando repentinamente de un tenso silencio el campo de batalla. Extrañamente, parece ser que en ese momento Morgoth dirigió unas palabras a Lainford, hablándole incluso de que le hubiera ofrecido la oportunidad de retirarse del combate sin rencor al tratarse de un ser especial, como única contestación, mostro la hoja de su espada, y con ese gesto, acompañado del ensordecedor sonido del aullido de los Lycans y del grito de guerra de las demás razas se inició la cruenta batalla.

En esta ocasión los últimos guerreros, a pesar de encontrarse en inferioridad numérica, fueron capaces de plantar cara a los demonios gracias al poder del dios Volk les otorgaba, la lucha era cruenta, llena de desgarros, desmembramientos y roturas de huesos… siendo un reflejo del enfrentamiento cargado de odio que se desarrollaba entre sus líderes.

La furia de Volk era tremenda pues la visión de la capa hecha con las pieles de los guerreros derrotados (símbolo de sus almas atrapadas) que portaba Morgoth lo cegaba de cólera. Lanzaba dentelladas sin descanso contra Morgoth, algunas de las cuales lograron hacer blanco a pesar de las múltiples heridas que sufría a la vez. Quizá Volk caería esa noche, pero se llevaría por delante al Dios oscuro por delante.
Lainford no se quedaba atrás respecto a su compañero de lucha. Con agilidad y habilidad sin comparación, esquivaba y fintaba al tiempo que trazaba mortíferos arcos con su terrible espada, demostrando una compenetración sin par con los ataques del Dios Volk.

Tanto Volk como Vania sabían lo que se jugaba en ese combate. No solamente sus vidas o esa maravillosa tierra en donde estaban: si perdían allí quizá perdería la última oportunidad de detener a esa terrible fuerza que podría acabar con el mundo. Allí los últimos héroes del mundo se enfrentarían a la peor amenaza que podría atacar nuestro mundo.

Pero la furia de Morgoth no se quedaba atrás en comparación con la de sus enemigos. Era la furia de un dios al final, uno de los primeros y quizá el más poderoso de todos ellos, una furia acumulada por milenios. Una marea imparable de fuerza y poder que este gigantesco ser descargo contra sus adversarios y dio en el blanco: con el barrido de una de sus tremendas garras acertó de lleno al dios Volk, abriendo una terrible herida en el blanco izquierdo de la que la sangre divina mano a borbotones, empapando la tierra ahora sagrada con su sangre pues un dios había dado su sangre por ella. Los dioses y la naturaleza se quedaron sin aliento, el dios lobo había sido terriblemente herido.

Pero Volk no iba a darse por vencido. Cegado por el dolor de su propia sangre perdida y los gritos de los guerreros cuyas almas estaban atrapadas por Morgoth, aunó sus restantes fuerzas y lanzo un último ataque suicida en busca de la garganta de su adversario… ataque que Morgoth logro detener con un brazo, que recibiría el mordisco del lobo.

Pero, aun sumido en su furia, este ataque era solo un ardid: había llegado el momento de Lainford. Con un grandioso salto se alzó cual caballero vengador a lo más alto y mirando fijamente los ojos del dios oscuro le anuncio la llegada de su fin hundiendo su magnífica y milenaria espada, que con tantos y tantos demonios había acabado, en el cráneo de Morgoth.

El rugido de dolor que emitió Morgoth llego a oírse a varios kilómetros a la redonda y resonó en los oídos de todos los demonios del mundo, así como en muchas criaturas mágicas que lo habitan. El acero mágico atravesó en un punto vital, lo que habría acabado con cualquier demonio pero no con él. Lanzo un terrible golpe contra la espada alojada en su frente, ¡quebrándola! Los ojos de Vania se abrieron como lunas y su rostro fue invadido por una incredulidad ¡la invencible espada que había acabado con tantos caballeros demonio se había partido! Con el mismo golpe que quebró su espada fue arrojado, maltrecho, a gran distancia, asiendo aun entre sus manos la ahora espada rota cuya punta había quedado aferrada al cerebro del demonio Morgoth.

Volk, ya sin fuerzas fue asido y arrojado con furia a la línea de árboles. Lainford herido y sin poder creer aun lo que acababa de suceder, se cargó a hombros a Volk, el cual se encontraba a las puertas de la muerte, y llamando a sus lugartenientes de los que quedaban insto la retirada, hasta que sucedió lo impensable. La energía de Morgoth se perdía a gran rapidez, intentaba cerrar su herida y se retiró el otro pedazo de la espada arrojando lejos, su poder se perdió y sus demonios cayeron hechos piedra, el cuerpo de Morgoth se redujo hasta el tamaño de 2 metros y ante la vista de todos se convirtió en piedra. Se dice que el dios Volk regreso a su lugar pero con terribles secuelas, la leyenda cuenta que Morgoth antes de quedar como estatua predijo su regreso cuando el cielo se pintara de negro y el sol mortal para sus huestes quedara oculto por un eclipse rojo como la sangre que él había perdido.